UNA VIDA EN 500 KILÓMETROS
Escrito por: Javier Suárez y Valentín Guzmán
Este es uno de esos retos que van
creciendo en la cabeza y con el tiempo en el corazón, desde hace bastante
existe el famoso #Festive500, un reto mundial que consiste en hacer 500
kilómetros en una semana.
Nosotros lo hicimos en un día, ¿Por
qué? Mmm, la vida no está hecha para
hacer siempre lo mismo.
LA PLANEACIÓN
Strava se ha convertido en mi
bitácora de rutas, me la paso creando formas de recorrer Colombia, algunas
posibles y otras imposibles.
Así fui buscando la mejor forma de
hacer los 500 km, hice rutas planas, pero en un país montañoso es difícil. Hice
varias donde se repetían tramos, pero el Everesting me enseñó que la repetición
de un mismo recorrido pone a prueba la cabeza y tenía claro que este nuevo reto
era especial y debía disfrutarse en cada momento.
Ahí fue cuando se me vino a la cabeza Boyacá,
un departamento mágico que ya conocía por una ruta donde fui hasta Sogamoso en
bici con unos amigos. Fue una de esas rutas en las que uno se recarga y queda
sonriendo toda la semana.
215 km de ida y a los dos días el
regreso igual de 215, esto me llevo a imaginar que si los unía ya sumarían 430,
por eso comencé a sumarle kilómetros hasta lograr una ruta que cumpliera con la
distancia.
LA RUTA
Bogotá, Sogamoso, Pesca, Iza, Nobsa, Sogamoso, Bogotá para un total de 502 km con 5.864 metros de desnivel positivo acumulado.
LOS ALCAHUETES
Al tener la ruta clara, sabía que era
posible hacerlo, es más, al ver los números supe que podíamos lograrlo en menos
de 24 horas, esto me llevó a decirle a varios amigos que sabía que se
animarían, uno a uno sonreía con nervios, pero terminaron aceptando. Al final
fuimos 10 ciclistas: Cathe, Valentin, Klauss, Jhon, Juan Cadena, Rafa, Jeison,
Agustín, Mike y Mario Lucas quien nos cuidó en toda la ruta.
LA LOGÍSTICA
Los viajes van enseñándote lo que es
realmente necesario para una larga distancia, en este reto era indispensable: la comida, la
hidratación y la planeación porque debíamos estar preparados para todo, cambios
climáticos, muda de ropa extra para lograr estar “cómodos”, luces que aguantarán
por eso las confiables KNOG eran perfectas, cables, cargadores e importante el
ciclo computador, donde cada uno registraría su locura, en mi caso probé el
WAHOO ELEMNT ROAM apenas para una aventura de larga distancia.
Por eso hice una lista base con lo
que creía que debíamos llevar y cada uno la modifico respecto a sus gustos y
necesidades.
Ya estábamos listos para enfrentarnos
a esos 500 km.
UNA VIDA EN 500K
28 de diciembre, 1:30 a.m. de la
madrugada, todos estábamos listos para enfrentarnos a vivir toda una vida en 24
horas.
AMANECIMOS JÓVENES, llenos de
energía y con la inocencia de no saber a qué nos íbamos a enfrentar, los
nervios nos hacían sonreír sin saber por qué.
Nos esperaban el frío, la noche, la
neblina, pero nosotros de forma irreverente estábamos convencidos que éramos
capaces de todo, nada nos detendría.
Arrancamos en la noche con el ideal de avanzar
en la oscuridad lo más que pudiéramos, para iniciar el día ya estando en
Boyacá.
Rodamos totalmente a oscuras, la
emoción era rara, la madrugada ya había hecho sus estragos por el frío, unos reían,
otros no hablaban y otros no estaban muy felices, pero seguimos a lo que
considero uno de los momentos más bellos de esos 500K, el amanecer.
Seguimos rodando pensando en el
desayuno en Venta Quemada, recargamos energías, arepa, pan, huevo, arroz, caldo
va y viene, ya estábamos listos para continuar.
El calor de la mañana nos ayudó a
empezar de nuevo, en ese momento LLEGAMOS
A SER ADULTOS, estábamos a tope, nos sentíamos invencibles, llenos de
energía y con la osadía de haber derrotado la madrugada. Aceleramos, atacamos,
nos divertimos llegando a Sogamoso, sabíamos y éramos conscientes que estos
esfuerzos los íbamos a pagar al regreso, pero éramos dueños
de nuestras decisiones y nuestros destinos, éramos libres.
Llega la tarde y nos fuimos VOLVIENDO ANCIANOS, las energías no
eran las mismas, ya nos veíamos y nos sentíamos agotados. Paramos para
cambiarnos de ropa y comenzar el regreso a casa, ya cada parada era más
calculada, responsable, la noche se acercaba y aún estábamos lejos, pero
seguíamos con la certeza que ya habíamos logrado superar los 300 km, no
podíamos rendirnos, la noche llego con afán, dejo de ser una ruta tranquila, y nos
enfrentamos a un tráfico agresivo, que se sentía más con el cansancio, el
entorno comenzó a atacarnos, pero entre todos nos ayudábamos, todos siempre
pendientes, todos hablábamos incoherencias, cada uno busco la forma de
activarse, haciendo que cada uno escogiera su ritmo, unos aceleraban, otros
recargaban energías, pero siempre pendientes el uno al otro.
Desde Tunja, la noche, la cabeza, los
micro sueños comenzaron a hacer daño, pero el cuerpo le dio paso a la mente
hasta que no aguanto más e hizo que el espíritu le diera rueda a el ímpetu de
no desistir.
Llegamos al Sisga, sabíamos que al
coronar esa subida ya estábamos a nada de estar en casa, VOLVIMOS A NACER, el espíritu se recargó de energía, sonreímos fue
como una inyección de adrenalina que se traducía en felicidad.
El ritmo cambió, aceleramos, todo fue
muy rápido, cuando caímos en cuenta de nuestra realidad, ya estábamos en el c.c.
Santafé, páramos, y todos teníamos una
sonrisa que era imposible de desdibujar porque habíamos logrado nuestros 500 km
en 24 horas.
Recuerdo muy bien el abrazo de todos,
la despedida, ese momento donde cada uno se dio cuenta de lo que habíamos
logrado.
Cómo dijo Valentín en ese momento: “Que
lindo vivir toda una vida en 500 kilómetros”
¡LO LOGRAMOS!