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LA RUTA LIBERTADORA: PARTE II

31.07.2018


Autor: MonteAdentro Bikepacking @monteadentro.cc



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Al otro lado del río

El paisaje que se divisa desde arriba, mientras por fin cruzamos el páramo, es familiar. Amarillo, árido y soleado: los primeros asomos del Cañón del Río Chicamocha. Empapados, descendemos a toda velocidad buscando el aire caliente y divirtiéndonos con los tramos pavimentados que vamos encontrando, los frenos de disco funcionan de maravilla. A nuestro paso empezamos a ver hombres curtidos en cisco negro, son mineros de carbón.

Las provincias de Valderrama y Sugamuxi han sido una cuenca muy representativa de minerales como la caliza, el carbón y el hierro. En Sogamoso se encuentran las principales siderúrgicas del país y en Paipa una de las termoeléctricas de reserva más grandes de Colombia. Belencito, Nobsa, Tasco, Paz de Río, Socotá, Socha y Gámeza, han construido su economía alrededor de la minería desde hace más de cincuenta años. No en vano, esta zona es conocida y celebrada como la región del “sol y del acero”. Es impactante ver el contraste entre las grandes compañías mineras a cielo abierto con sus modernos tracto-camiones, y las pequeñas cavernas a falda de la montaña donde son visibles las técnicas rudimentarias, informales y peligrosas.

Esa tarde llegamos a Socotá y ocupamos todas las fachadas del gentil hospedaje Gómez con los trastes mojados. Lavamos las bicicletas con manguera, y tras un descuido con la manipulación de las duchas eléctricas dejamos sin corriente a todo el edificio. Dormimos entre pesadillas profundas causadas por el cansancio acumulado de los días, y por el desastroso partido de fútbol que acababa de perder Colombia ante Paraguay en Barranquilla.



Las dos fracciones restantes se avistaban como unos clásicos del MTB maratón; de setenta kilómetros y con 2,000 de desnivel positivo mal contados, por carreteras secas y polvorientas, con cientos de puentes que rebasan los chorros que se descuelgan del complejo de páramos más grande del mundo. Al día siguiente partimos hacia Chita vía Jericó, escalando el divertido Alto del Zoncarrón; tres kilómetros al 13% y varias herraduras donde más vale tener equilibrio y concentración mientras las piernas aúllan. De eso puede dar fe el buen Mario, quién ante la prisa de un conductor de buseta se vio envuelto en una caída que le rajaría levemente el mentón. Llegamos a Chita en un júbilo impresionante, las Almas en el altoparlante y la tarde despuntando en un crepúsculo azul brillante mientras se encendían los primeros faroles del alumbrado público. Los huéspedes de la humilde posada donde encontramos lugar halagaban nuestra llegada, y compartimos con ellos algunas anécdotas junto a un mapa del departamento que estaba pegado en la pared. Habíamos coronado el municipio más remoto, ingenuos nos sentíamos triunfadores, era apenas justo y correcto ir por unas refrescantes bebidas de cebada servidas al clima.

 

Volver a las nieves

La Sierra Nevada de Cocuy, Güicán y Chita es un fresco del paraíso donde dieciocho picos nevados se rodean de valles, lagunas y agujas de roca arenisca que ascienden hasta los 5.400 metros de altura. Es el balcón que Dios creó para contemplar los Llanos Orientales.

Al tiempo que Vincenzo ganaba Il Lombardía, Moe, Larry y Curly nos alistábamos para la última jornada: la etapa reina del viaje. No habíamos terminado de masticar el desayuno cuando ya nos encontrábamos rotando por el Alto del Venado con sus diecinueve kilómetros al siete por ciento, que coronan a 4.140 metros de altura. Una catedral de la bicicleta todo terreno.

Cuando ya remontábamos los últimos kilómetros del puertazo, desde el otro lado unos diminutos campesinos nos señalaban con gestos de asombro al ver gente voleando pedal por estos lares. Me levanté la gorra en ademán de saludación, y en una lenta sincronía todos los aldeanos se quitaron sus sombreros y levantaron la mano. Un abrazo que se quedó en el aire.


Ahí, al frente, las montañas andinas con todo su poder; frías, altas, esquivas entre velos grises de nube, vigiladas por aves y cabritos que se delatan con las piedras que tiran de vez en cuando. Ahí, nosotros tres, saliéndonos con la nuestra, rodando con gran suerte y con las mejores sensaciones. Desde el venado nos soltamos a toda velocidad confiados por la cancha ganada tras varios días al volante. Ya en el pueblo del Cocuy solo nos quedaba la última dificultad del recorrido, la cual habíamos subestimado, como si esos veinte kilómetros de mera loma no estuvieran ahí. Cansados, con mucho frío, y en una noche espesa, llegamos a la vereda La Cueva donde vive Don Gilberto Castro y su linda familia, el destino que habíamos pactado para esta empresa.

Como otras veces en el pasado, acampamos en la planada detrás de la cocina y nos sometimos a los cuidados de Doña Briseida, quien nos dio de merendar como si fuéramos sus hijos. Jugamos con los perros y los gaticos recién nacidos, compartimos en familia con Jenny, Arbey y Jorge. Pasamos largos tiempos en la cocina junto al fogón de leña oyendo historias y recordando a los viejos amigos. Nos despedimos entre abrazos y con saludos encomendados para todos, nos despedimos con la felicidad de haber vuelto a aquellos lugares que les da sentido a nuestras vidas, y con la promesa de siempre: la de volver a las nieves.

Special Thanks To

Este viaje fue posible gracias al auspicio y colaboración de People For Bikes Colombia @PFBColombia, B-Mechanic Taller de Bicicletas @b.mechanic.taller, Finca Hostal La Tobita (Siachoque, Boyaca) @finca_hotel_latobita, Hill Consulting S.A.S y Armadillo Coworking 

Para ver el álbum completo con las imagenes de la aventura CLIC

Ruta y GPX: https://ridewithgps.com/trips/18361977

Textos: Jose Pacheco.

Fotografías: Jose Pacheco, Mario Morales.

Corrección de estilo: Camilo Mazuera, Catalina Melo.

Diseño editorial y cartografía: Mario Morales - Mesh Estudio

Ciclocatura: Diego Supelano. @ciclocaturas

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