CAPÍTULO 1: ¿PARA QUÉ HACERLO FÁCIL SI SE PUEDE HACER DIFÍCIL?
Autor: Vagamundos Team
JACK:
Me parece que es un poco peligroso, ¿no?
FRANK:
La cosa ya está más calmada por esa zona, fresco. Pues durísima si está, no sé
si esta vez la podamos lograr.
ANDRÉS:
¡Pero qué les pasa! ¡Esa vaina esta jodidamente dura! ¿Y por qué no hacerla
simplemente por la Ruta del Sol y ya? No sabemos qué nos vamos a encontrar por
allá ¿Arauca? ¿Norte de Santander? ¿En serio? ¡Ustedes están fritos!
JACK:
Lo tenaz es que, si queremos llegar el 31 de diciembre antes de medianoche, ¡tendríamos
que hacer un promedio de 170 kms diarios!
FRANK:
¡Pues qué más da! ¡Hagámoslo real! Esta ya es la última. Vamos sin mente.
Y
así empezó todo. Nueve ciclistas emprendimos un recorrido contra el tiempo. El primer
reto: Hacer 1.700km de Bogotá D.C. hasta Punta Gallinas en la Guajira en 9 días.
¿Cómo llegamos a esto? Desde hace 5 años venimos trazando una nueva ruta cada
vez más difícil que la del año anterior. Se ha convertido en un vicio, una
necesidad que nos supera.
Corría
la tarde del 23 de diciembre y
algunos familiares y amigos llegaron a la tienda 14 OCHOMILES de la calle 96, para despedirnos. Salimos rumbo a la Autopista
Norte, hacia el embalse del Sisga y desviamos por la vía que lleva a Machetá. Descendimos
hasta Guateque y así como hace dos años, en la Antitravesía a Puerto Carreño,
atravesamos los 18 túneles que hacen parte de la carretera destapada que va
paralela a la represa de Chivor y que lleva a las hermosas poblaciones del
Valle de Tenza, frontera entre los departamentos de Cundinamarca y Boyacá.
Luego de pasar por Santa María sobre la media noche, llegamos a una finca por
San Luis de Gaceno, donde Angélica, la única chica del grupo, nos esperaba a
las 2 de la mañana con un banquete de pasta con pollo y jugo de naranja.
Despertamos
el 24 de diciembre en medio de
montañas y neblina. Luego de desayunar, continuamos el descenso de la
cordillera oriental hasta llegar al cruce llamado El Secreto, punto donde pasa
el río Upía, frontera natural entre Boyacá y Casanare.
Disfrutamos
del llano majestuoso que se abre con sus atardeceres y su diversidad; bordear la
falda de la cordillera es todo un espectáculo de color. El sol nos acompañó por
toda la pavimentada y en cada parada, jugamos y bromeamos para engañar el
cansancio.
El
tren de biela es lo que nos hizo
avanzar por Sabanalarga, Monterrey y Aguazul mientras llega la noche. Pasamos
alegres el último puente y a lo lejos vimos por fin las luces de Yopal. Con las
fuerzas en el piso y las risas escandalosas, festejamos con vino en un hotel la
llegada de la navidad.
Antes de salir
el 25 de diciembre, desayunamos vino endulzado con jugo de uvas de la noche
anterior, pues nuestra celebración se perdió entre el sueño y el cansancio.
Rumbo nororiente, atravesamos el majestuoso rio Cravo Sur y tomamos toda la
ruta pavimentada que nos llevaría hasta Paz de Ariporo, ya habíamos estado
allí, cuando hace dos años veníamos de atravesar Casanare desde el río Meta, y
emprendíamos luego la subida al Páramo del Pisba.
Luego del
almuerzo y dormir como era habitual en todos los restaurantes, avanzamos hacia
Hato Corozal, lugar de encuentros y desencuentros. Allí, despedimos calurosamente
a nuestro amigo Frey, quien se atrevió a dejarlo todo en la carretera durante
tres días, para estar con nosotros y así lograr encontrarse con sus amigos
ciclistas, pertenecientes al Club de los Costales. Pero también allí estaba
Gustavo, que había tomado bus esa mañana desde Bogotá para lograr alcanzarnos y
unirse al parche. Seguíamos siendo, al final, nueve.
Continuamos unos
kilómetros más, la noche avanzaba y, al atravesar el río Casanare, entramos por
fin al Arauca vibrador, como dice la canción Alma Llanera de Rafael Bolívar
Coronado.
“Yo nací
en esta rivera
del
Arauca vibrador,
soy
hermano de la espuma
de las
garzas, de las rosas,
soy
hermano de la espuma, de las garzas, de las rosas
y del
sol, y del sol.”
Llegamos
a Tame a las 10:00pm. Contamos con la ayuda de los amigos del club Manares Mtb
Hato Corozal, quienes nos ayudaron a encontrar un hotel económico y que a esa
hora alguien nos recibiera con ese montón de bicicletas.
El
26 de diciembre empezó lo que
continuamente llamaríamos “Día de
Eliminación”. Despertamos a las 4:30 am dispuestos a atacar de nuevo la
cordillera oriental y cruzar los 100 kms de carretera destapada que hacen parte
de la famosa “Ruta de la Soberanía”, uno de los siete “trampolines de la
muerte”. La meta esta vez era llegar a Pamplona
atravesando los departamentos de Arauca, Boyacá y Norte de Santander.
Transcurrió
la mañana entre Fortul, Saravena y el río Bojabá, almorzamos en Cubará, el
último pueblito al oriente de Boyacá. Allí nos entretenemos con la vista: las
montañas que nos esperan, la trocha y un mural que aconseja: “Si el plan no
funciona, cambia el plan, pero no cambies la meta”.
Desde
Cubará, a las dos de la tarde, cada uno emprende el primer ascenso de
aproximadamente 30 kilómetros a su ritmo, para llegar hasta el alto de la Mesa.
Fue la cuota inicial del atardecer. Luego de un descenso rápido de 4 kilómetros
enfrentamos el segundo ascenso: 15 kilómetros hasta los 2.100msnm, más empinado
y con un terreno más difícil. Coronar el Alto de la Virgen al llegar la noche,
con frío y cansancio extremo fue la cuota que se tuvo que pagar.
Pero
faltaban 36 kilómetros de travesía, dos altos y un descenso muy pedregoso para
llegar a un pueblo empotrado en la montaña: San Bernardo de Bata. Al final, en
bus, camión o pedaleando, cada ciclista llegó allí como pudo; ya iba a ser media
noche y el cuerpo no daba más.
Poco
a poco los ciclistas llegaron al único restaurante abierto: Franklin y Jack que
fueron los primeros decidieron cenar y esperar al resto del grupo; Justo
decidió continuar, con los 45 km restantes hasta Pamplona, comprando una
pechuga de pollo y llevando mecato para el camino; Carlos Chitivo llegó minutos
más tarde. A las 11:30pm llegaron Gustavo y Andrés. Se quedaron esperando a
Kike y Alejandro que iban muy quedados, y ya con frio tomaron la decisión de
subirse a un camión porque la mente les jugo una mala pasada: era una zona de
conflicto, ya estaba haciendo mucho frio y no quisieron arriesgarse.
Sin
señal y desesperados por no saber nada de los dos compañeros que faltaban, los
primeros escuchaban las historias que cuentan las meseras en el restaurante, y decidieron
definitivamente quedarse allí y reponer fuerzas para el otro día. Alejandro
llega por fin, y casi a la una de la mañana, Kike llegó con su bicicleta en un
camión.
Kike,
quien participaba por primera vez en una Antitravesía, dice, contundente:
- Muchachos,
me eliminé. No creo poder continuar mañana.
Todos,
al escuchar sus palabras, recordamos el cansancio de nuestros cuerpos; todo
duele, faltan muchos días de viaje, muchas montañas y los ánimos se evaporaban
con el frio de la madrugada de ese miércoles 27 de diciembre.
Es
el quinto día y el grupo, luego de un breve sueño reponedor y unas cuantas
bromas se decidió dar marcha a los buenos pensamientos. Justo y Angélica estaban
en Pamplona esperándolos, pero los demás decidieron tomar la ruta que va hacia
Toledo para luego, encontrarse con ellos en el cruce adelante de Chinacota y descender
todos hacia Cúcuta.
Una
vez allí, al terminar la tarde, tomamos rumbo noroccidental hacia la región del
Catatumbo. Atravesar esta zona de la cordillera oriental es todo un reto
ciclístico, teniendo en cuenta que la zona ha sido custodiada durante muchos
años por diferentes grupos armados al margen de la ley.
Abandonamos
el casco urbano de Cúcuta al atardecer y la vía poco a poco se iba quedando
sola, no había más carros ni más ruido. Sólo algunas casas a los lados del
camino y personas que se quedaban mirando nuestros bombillitos blancos y rojos
como si fuéramos extraterrestres. Y vaya que los somos, llegamos a lugares
donde poco entienden nuestros comentarios pesados y chanzas grupales.
Avanzamos
40 kilómetros en medio de la nada y el único lugar iluminado que encontramos
fue un parador-restaurante. Allí decidimos comer y desde una mesa cercana la
única pareja de clientes que quedaba llamó a uno de los ciclistas con la mano:
-
Buenas noches joven, perdone la pregunta:
y ustedes, ¿hacia dónde van?
-
Hoy vamos hasta Tibú.
-
¿A esta hora?
-
Si, luego de comer.
-
Bueno, no es recomendable andar por ahí de
noche.
-
Es que queremos avanzar para lograr
atravesar toda la cordillera, pasar por el Tarra no tan tarde, y así bajar a la
Ruta del Sol.
-
¿Y en bicicleta? ¿Luego hacia dónde van?
-
Hacia La Guajira.
-
¡Uyy no sea toche mano! Pero ¡que están
pagando! ¿Y por aquí? ¿Por qué no se fueron por Bucaramanga mejor?
-
Bueno, la verdad es que queríamos hacerlo difícil.
-
Pues déjeme decirle que es muy arriesgado.
Por aquí han pasado cosas feas, y no creo que sea buena idea ir por ahí; nosotros
teníamos dos lotecitos por esta zona y preferimos venderlos. Si ustedes no
están “recomendados” por alguien que viva por allá, es mejor que no salgan y
menos a esta hora. Quédense más bien aquí, en este hospedaje.
-
Bueno, no sé, lo consultaré con mis
compañeros. Es que…
-
Pues eso es lo que yo les aconsejo, yo de
ustedes no me iría por ahí. Allá no hay ley, y pasan muchas cosas. Y ustedes,
¿en bicicleta? Uyyy en la frontera con Venezuela la cosa esta caliente, hay
mucha necesidad ustedes saben, y no se sabe con quién se puedan encontrar. Es
mejor que se devuelvan, pingos.
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