El Sueño de ir en Bicicleta desde Bogotá hasta Pereira
Por Michael Arias
Desde los 14 años había
dejado de montar en bicicleta luego de que me robaran mi bici nueva. 10 años
después decidí volver a montar en bicicleta como modo de transporte principal
para ir a trabajar. Así fue como me logré volver a este bello deporte. Comencé
a salir a Ciclovía los domingos, luego me animé a subir a patios, ir a Sopó, La
Calera, el Vino, el Verjón, Canicas, el salto de Tequendama, Mondoñedo, Zipaquirá,
San Miguel, Alto de Rosas, entro otros.
De esta manera logré engancharme
a este hermoso deporte y luego de ser obeso casi toda mi vida, logré bajar 30
kilos y plantearme cada vez más retos. Quería llegar más lejos. Fue así como
planeé viajar solo desde Bogotá hasta Pereira en bicicleta en 2 etapas, pasando
por el mítico alto de la línea.
Inicié un plan de entrenamiento que implicaba salir todos los martes a las 4:30 am a patios, los jueves al Verjón, los viernes a Patios o al circuito de la Virgilio y el domingo Fondos con montaña (La Mesa, Mesitas del Colegio, Choachí, Fusagasugá, El Romeral, El Sisga, Alto Las Margaritas, entre otros). Fui mejorando lentamente mi humilde bicicleta gravel de aluminio, le instalé una buena parrilla y compre una maleta Vaude para el marco y una para la parrilla.
Finalmente, arranqué el 2 de agosto del 2018 a las 6 de la mañana desde Bogotá
hasta Ibagué en el primer día de viaje. Como era de costumbre en esa época,
había fuertes vientos y un cielo despejado. Algo que luego me haría sufrir. La
salida de Bogotá por el sur es bastante complicada en bicicleta. Como es
costumbre, por la Autopista Sur hay mucho tráfico, sobre todo de vehículos
pesados. Luego se pasa por el primer peaje y tras un corto descenso se sube al
alto de rosas, un puerto de tercera categoría de 5 km al 4% de inclinación. Luego
empieza un largo y espectacular descenso de aproximadamente 60 km desde el Alto
de Rosas hasta el Boquerón en cercanías de Melgar, con un pequeño repecho de
5km al 4% entre Silvania y Fusagasugá.
Así, en apenas 1 hora y 20 minutos se pasa de los 11 grados de temperatura a 2.800 msnm del alto de Rosas, cerca al Páramo Sumapaz, hasta llegar a los 30 grados de temperatura de los 400 msnm de Melgar, bordeando el río Sumapaz. Luego del descenso comienzan los planos y falsos planos entre Melgar y Gualanday, con un incremento gradual de la temperatura y una lucha contra los fuertes vientos de agosto.
En Gualanday comienza lo
que yo llamo el inferno. En ese punto mi ciclo-computador marcaba 40 grados y definitivamente
se sentía. Traté de hidratarme de la mejor manera con bebidas comerciales y con
agua de coco en el municipio de Gualanday. Sin embargo, el calor empezó a tener
su efecto. Comenzaba la subida al Alto de Gualanday, un corto, pero duro puerto
de 2 km con segmentos al 9%. Sin embargo, a partir de aquí continúa una larga y
tendida subida de 25 km entre el 2% y 3% de inclinación. En toda la subida
comencé a sentir calambres en ambas piernas, al final incluso comencé a sentir
que la mente no funcionaba del todo bien. Lo sabía, me había dado la conocida “pajara”
o golpe de calor. Estaba solo, con calambres en ambas piernas, con la pajara
encima y con la vía que aunque no estaba muy empinada, seguía picando para
arriba, por lo que no era posible dejar de pedalear. Empecé a dudar de mi
capacidad y de si podría realmente lograr mi objetivo. No podía desistir, ya
faltaba poco para terminar la ruta del primer día, me había preparado mucho, no
me podía rendir.
Después de recorrer 180
km en 8 horas de viaje, a las 2 de la tarde llegué a mi primer punto. Logré
reponer fuerzas, me rehidraté, hice masajes a mis piernas, las bañé con hielo y
logré reponerme de los calambres.
Al otro día la salida
era también a las 6 de la mañana. Se llegó el gran día, subir el alto de La
Línea. Luego de atravesar la ciudad de Ibagué, comenzaba la subida hasta
Cajamarca. Primero hay que enfrentar una subida de 2,5 km al 6% y un pequeño
descenso hasta el corregimiento de Coello. Luego se deben subir 7 km casi
constantes al 5%, 5 km más en toboganes, seguido de 3 km al 7% y tras otros 4
km de toboganes se llega a Cajamarca. Allí decidí parar a re hidratarme y
proveerme de suficiente líquido y alimentos, tratando de evitar lo sucedido el
día anterior.
La Línea es un puerto fuera de categoría de 23 km, con un promedio de inclinación de 6,2%, pero con rampas de hasta el 14%. En general, los primeros 14 km son bastante pedaleables, aunque hay segmentos duros y curvas de herradura por encima del 11% que requieren pararse en los pedales. Luego del peaje se pone un poco más duro y la inclinación se incrementa en el kilómetro 15.
Había tratado de regular mucho en el inicio de la subida, porque había leído que se debía guardar energía para los últimos kilómetros, que son los más duros del puerto. Al llegar al letrero que indica que faltan 5km para el alto de la línea, sabía que se venía lo más difícil, pero también sabía que finalmente lo lograría. Aunque las piernas dolían por los kilómetros que había subido y por los calambres del día anterior, sentía que en ese punto nada podría impedir terminar este maravilloso puerto. La gente desde sus carros me animaba y no faltaba el típico “vamos Nairo” que gritan a los ciclistas en las calles colombianas. En esos últimos kilómetros no podía dejar de pensar en toda la preparación, los kilogramos perdidos y alguna vez que transité esas carreteras en carro y vi a un par de ciclistas subiendo la Línea. Los consideré unos locos por atreverse a tal cosa. Bueno, ahora era yo uno de los locos que se enamora de este deporte. Lo había logrado, entre lágrimas había cumplido el sueño de subir el alto de La Línea.
Sin embargo, la ruta aún no terminaba. Faltaba descender hasta Calarcá
en el municipio del Quindío. El descenso más feliz de mi vida. La libertad que
da la bicicleta en un descenso es incomparable. Es muchísimo mejor bajar en
bicicleta que en carro. Luego de pasar por Calarcá y conectar con la autopista
del Café, que conecta Armenia con Pereira, se debe subir el alto de El Roble,
que es un puerto de 16 km entre el 3% y 4%. Aunque fue un poco tediosa, ya nada
importaba, había coronado el alto de la Línea. Después de El Roble descendí otros
20 km hasta un desvío de 2 km por una carretera destapada que conectaba con la
casa de mis padres.
Si hace 6 años, cuando pesaba 115 kg, me hubieran dicho que podría irme
en bicicleta desde Bogotá hasta Pereira, no lo habría creído. De ser alguien con
obesidad que quiso irse en bicicleta a trabajar, pasé a ser un loco que logró
cumplir el reto de ir en bicicleta desde Bogotá a Pereira. La bicicleta es algo
realmente maravilloso, nos permite llegar muy lejos con la fuerza de nuestro
cuerpo, nuestro corazón y nuestro espíritu, nos permite soñar y cumplir
nuestros sueños.