CONQUISTADORES DE LO INÚTIL: UNA ANTITRAVESÍA EN BICICLETA
“A los cincuenta años, hoy, tengo
una bicicleta.
Muchos tienen un yate
y muchos más un automóvil
y hay muchos que también tienen ya un avión.
Pero yo
a mis 50 años justos, tengo sólo una bicicleta.”
Rafael Alberti
PRÓLOGO
Soy una conquistadora de
lo inútil. Para mí no es fácil escribir, pero esto que he hecho amerita ser
narrado. No pensé que sobreviviría a algo así y mucho menos que podría terminar
el reto al que me invitaron.
Nunca había andado tanto
en tan pocos días, aguanté el peso conmigo por cientos de kilómetros, sin importar
el clima, el terreno o el desgaste. La única ley que había en mí era seguir el
camino, rodar y rodar de día y noche, buscando conquistar lo inútil, y ahora
pienso: ¿Por qué se les ha ocurrido esto? Una vez terminado este largo viaje me
doy cuenta que aparentemente no ha servido de nada, estoy en el mismo lugar desde
el cual empecé, no logré protagonismo, ni ayudas sociales, ni mucho menos
dinero. Estoy más olvidada que al principio y más estropeada que nunca, pero
algo sí cambió en lo profundo de todos los ciclistas que
participaron.
¿Qué pudo llevarlos a
este cambio?
La Antitravesía es un viaje y una aventura, pero una aventura que
quiere llevarte al límite. Es un viaje sin
logística, sin carro escoba, sin refrigerios, sin hotel ni masajistas. ¿La
ruta? Incierta, mirar el mapa de Colombia, fijar uno de sus límites, hacer la
ruta lo más difícil posible y ya, no hay marcaciones ni policía, todo puede cambiar
en cualquier momento.
Mientras que en
una travesía “normal” se espera que todos terminen, aquí los protagonistas juegan
a “eliminar” a sus compañeros de viaje, a retarlos, a estallarlos, buscando ir al límite para conocer cuando se doblegarán
sus piernas o su espíritu.
Entre ellos
vociferan “a que no es capaz”, “la mera
pussy”, “mejor coja un bus”, todo con el anhelo de hacer más duro viaje, ahora
al cansancio del camino deben sumar el desgaste que con esas frases llegan a lo
profundo de la mente.
Es difícil salir
con ellos, no lo recomiendo. Se hacen llamar "vagamundos", pareciera que no les
da miedo nada, son locos irresponsables tentando a la muerte. Cualquier tiempo
es bueno para andar, puede ser de día, de noche o de madrugada.
Después de tanto sufrir,
pareciera que para mí no hay recompensa, pero sí la hay: llevarme a recorrer
este país de cabo a rabo, conocer la diversidad cultural, permearme de nación a
través de sus gentes y sus lugares.
Comparto ahora con
ustedes, queridos lectores, la aventura de esta quinta y última Antitravesía,
el reto de girar mis ruedas, mover mis pedales miles de veces, contar en mi
velocímetro más de 3.600km, soportar 23 días de sol, viento, lluvia, barro,
polvo y sal del mar, atravesar las tres cordilleras, probar el desierto, el bosque
de niebla, no diferenciar entre el día y la noche, no temer accidentes, ni encuentros
y desencuentros. Conocer territorios que antes fueron marcados por el conflicto
armado colombiano, transitar por regiones indígenas, descubrir la inmensidad
del mar mientras bordeo un país a través de mis pedales.
Bike on the road, mi ser
como una extensión del cuerpo, el medio con el que descubres lo simple y lo
valioso, esa soy yo: la bicicleta. No me ufano de lo que soy, pero ellos a
través de mí han descubierto lo que pueden llegar a ser. Ya
un poco estropeada y con piezas por cambiar, me agradecen y me quieren más que
antes, soy quien puede llevarlos a probar la libertad. La libertad hecha Antitravesía.
El viaje por este bosque
de letras continúa, ya los acompañé a ellos en muchas tristes historias, ahora
acompáñenme a leer la crónica del viaje hasta el Cabo de la Vela…
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