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De cómo hacer tu primera carrera de gravel y no morir en el intento

22.05.2020


Escrito por: Rafael Ospino Betancurt

Hace poco más de 5 años empecé a montar en bicicleta como parte de mi vida diaria, a subir al Alto de Patios de a pocos, dejando cada respiración allá arriba, todavía creyendo que esa gente que va por el peaje de Siberia o el de la Caro a las 5am de un Domingo no tiene familia o no les quieren en casa. Las cosas han cambiado, hoy subo más de 3 veces a Patios por semana (y a veces hasta la Calera porque al peaje es muy poquito) y los fines de semana hago recorridos de más de 80km.  Hace menos de un año con mis panas y socios creamos 3 Puertos Gravel Bici Bistró, un lugar de encuentro y venta de artículos para ciclistas en Subachoque, donde promovemos el ciclismo de aventura y el gravel.  He empezado a competir en “Fondos” y a entender cómo funciona la competencia aficionada en Colombia. En 2020 decidí inscribirme en unas carreras de gravel en Estados Unidos. 

So, if you were one of those riders that was on the fence about the 100 mile, but opted instead for the 65 mile course, would you consider moving up into the 100 mile race?

Con esta frase empezó el nerviosismo y la duda. ¿Cuánto son 100 millas? ¿Qué es hacer +160km en gravel? ¿Cuántos puntos de hidratación habrá? ¿Cuál será la elevación acumulada? ¿Tendrán comida?  

Yo conozco a los gringos porque son especialmente amplios cuando se dicen a regalar cosas. Y desde el momento cero de inscripción a una carrera de gravel con varios patrocinadores de renombre, estaba convencido de que no escatimarían en comida y puntos de hidratación. Pues no. Además de ser amplios, también son serios porque lo que dicen en las instrucciones, es lo que se hace.  “Self-supported”, decía. 


Mi primera carrera de largo aliento (100 millas = 160km) en gravel,no se parece a nada de lo que yo, como ciclista de ruta o en montaña, haya hecho. Los colombianos en bicicleta somos competitivos, sí, pero igualmente lo es cualquier ciclista del mundo, y si va a competir regularmente está bien preparado/a.  El RR100 es una de las primeras carreras de la temporada en Texas, que está teniendo renombre, y en la parte media/norte del estado todavía hay rezagos del invierno y la primavera no ha entrado en todo su esplendor.  La información que tenía simplemente me generaba más preguntas. 


¿Cuánta comida cargar? ¿Cuánta agua cargar? ¿Cuántos puntos de hidratación habría? El Renegade Rambler 100 decía en el manual de instrucciones que habría un punto de hidratación neutral y que habría un punto en un cruce de un pueblo, para reabastecer.  Sobre esto, volveré adelante. 


Las típicas preguntas sobre equipamiento y qué componentes tener sobre la bici ya estaban resueltas. Sabía que podría confiarle la navegación al GPS WAHOO ROAM que estaba usando gracias a la buena onda de sus distribuidores colombianos 14 OCHOMILES, y la única decisión importarte para tomar era qué tipo de ruedas debería usar. Asumiendo que el estado de las carreteras de grava en esa parte del país era bueno, mi decisión después de 2 meses de usar las corazas Panaracer Gravelking 32c Slick era usar unas 35c para poder bajar la presión de aire un poco y dejar que junto a los rines HUNT hicieran el resto del trabajo de tracción y estabilidad. Sabía que no habría descensos escandalosos y que casi todo era plano, así que por ese lado estaba tranquilo.  




LLEGAR A LA CARRERA

Después de empacar lo necesario y salir de Austin, muy temprano en la mañana,  para manejar unas 3 horas a un pueblito cerca a Dallas todo iba de maravilla. La idea era llegar un día antes para poder hacer un poco de reconocimiento del terreno con la rodada social y verle la cara a algunos de los competidores. La rodada fue corta y la hice con mis 32c tranquilo, pero luego nos dijeron que ese no era parte del camino, que habría partes mojadas en el terreno y que era probable que hubiese barro en muchas secciones del camino.  


Primera alarma. ¿tendría que cambiar entonces mis corazas por las Clement con labrado que son más pesadas pero irían más a la fija? Mi respuesta fue negativa, decidí lanzarme con las 35c sin labrado. No creía que el terreno tuviese tantas complicaciones como una trocha colombiana.  


PRIMER ERROR


La noche anterior a la carrera empezó el nerviosismo. Acampé cerca del inicio, en una zona que nos dispusieron los de la organización. Yo decidí que allí, con la poca luz del día pondría mis nuevas ruedas para estar listo a la mañana siguiente. 9.00pm. Muerto del hambre, ya había roto un neumático nuevo, las corazas nuevas no querían calzar bien en mis rines y me carcomía el desespero. Sabía que tendría que dormirme en máximo 2 horas para tener un buen descanso y poder estar tranquilo a la mañana siguiente. La cita era a las 8.00am y yo, si quería hacer todo bien, debía estar recogiendo mi carpa máximo a las 6.00am. 9.45pm. Rompí la última espátula de despinche que me quedaba. Por suerte tenía un motor-home a mi lado con una familia queridísima que me había escuchado luchar con los neumáticos y con las corazas por un par de horas, y que me prestó un par de paletas de despinche y me deseó buena suerte con mis arreglos. 


10.40pm Finalmente logré poner los neumáticos y las corazas y salir a buscar algo de comer y comprar provisiones para el desayuno del día siguiente, pues no quería estar buscando un lugar para desayunar a las 6.00am. 11.00pm. En carpa y dispuesto a dormir. Hacía un frío inesperado, pero tenía lo necesario para pasar una noche decente.  



EL DÍA D

5.30am. Frío y oscuridad. Recogí la carpa y empaqué todo para no volver a ese lugar. Después de la carrera debía manejar 3 horas y media de regreso a Austin y descansar allí para luego entregar el carro de alquiler. 


La primavera no había entrado de lleno y había días con amenazas de lluvia o con frente de aire frío que si bien no son insoportables, son como una madrugada bogotana de esas penetrantes, sobretodo si vas en bici. Comí poco, porque temía que no pudiese estar bien del estómago durante las 5 horas que calculaba de carrera.  


Estaba todo listo, pero ya en el carro para ir al punto de arranque y recoger mi kit, me doy cuenta que una de las ruedas estaba vacía de aire. Era obvio que estaba pinchada y yo no tenía cómo arreglarla. No tenía más parches, no tenía paletas de despinche, NADA. Corrí al punto de encuentro a reclamar mi kit pensando que sería mi premio de consolación. Me llevaría, para la casa, una gorra y una camiseta del evento y la enorme frustración de no poder correr y haber pagado la novatada. Simplemente hay cosas que los nervios no controlan. Me calmé. Llegué al lugar, vi que ya había camionetas que alistaban bicis, pensé que había esperanza.  


Paré al lado de los que hoy son mis ángeles de la guarda. En  una Van, con una rampa plegable donde colgaba una  bici Factor, bellísima, trabajaba un personaje bien texano, de esos con bigote prominente en medio de una cara con rasgos latinos. Cuando le pedí un neumático de repuesto me miró con cara de “¿quién usa neumáticos hoy en día?.  Se tomó el trabajo de buscar en todos sus cajones, de ver qué tenía que me pudiera servir, y por fin encontró un neumático de látex 28/32c, que no era del tamaño de mi rueda sino un poco más pequeño. Le dije que si lo podía comprar, me lo regaló. I hope that works for you”. Yo ya conocía esos neumáticos, así que cuando lo vi supe que estaba del otro lado (si era capaz de instalarlo sin cagarla con el frío que hacía). Los neumáticos Vittoria de Látex son los mejores que he usado en mis 5 años de ciclista aficionado: nunca me he pinchado en la montaña y cuando he tenido problemas en la carretera, no me han dejado tirado de un momento a otro. Corrí a instalarlo.

Todo bien, ruedas montadas y listas para andar. Le di una vuelta a la manzana, no parecía haber problema y no lo hubo. Usé 2, no solo uno, sino 2 neumáticos 28c-32c con unas ruedas 35c, porque en una de las ruedas ya había tenido que dejar el que por casualidad yo eché entre mis cosas, usado y remendado, pero confiable.



La siguiente preocupación: la ropa. Decidí dejar la chaqueta de lluvia ya que había buen pronóstico del tiempo y a pesar del frío mañanero, no quería encartarme después de que mi cuerpo se calentara.  Mangas y perneras, siempre serán la mejor opción. Son modulares y te protegen en caso de caídas (sí, me caí). Estaba probando las de mis amigos de Grupetta Store, una marca bogotana que ahora está en mis afectos. También, por primera vez, decidí usar un chaleco. Era la mejor opción contra el frío y era a la vez mucho más liviano. Todo listo: mucha comida en los bolsillos, geles, gomitas, y agua. Un poco de yogur antes de ir a la línea de partida y los últimos 600ml de agua con hidratantes para estar listo para la carrera. Tiempo suficiente para ir al baño (siempre vayan al baño antes de arrancar, nunca he tenido que mearme encima pero parar, e ir a mear o cagar en carrera no es tan chévere).  


La carrera tuvo un arranque controlado las primeras 5 millas hasta salir del parque. Ya una vez entrados en los primeros terrenos destapados, todo el mundo estaba a merced de cada quien.  Lo primero que hice fue mantener el ritmo de la punta y tratar de no perder una rueda en el grupo de adelante. Hay que conservar ciertas distancias y saber maniobrar el terreno de grava a más de 30km/h, no es igual que en la carretera. Primeras millas de rampas con un gravel sencillo, fueron fáciles para mí y mis nervios, ya estaba entrando en el ritmo de la carrera y se había partido el grupo con un lote de al menos 20 ciclistas en la punta. Empecé a apretar en las rampas, son los momentos en los que sé que tengo ventajas sobre otros ciclistas y donde puedo romper piernas y probar un poco cuál es la intención de los competidores.  En los descensos empecé a sentir que mi sillín se iba bajando: había quedado mal apretado el tornillo del poste y nunca había estado bajo la intensidad de ese tipo de vibraciones. Tuve que parar, sacar mi herramienta. Volvió el nerviosismo, pero sabía que estaba al inicio de la carrera y podría recuperar algo de tiempo. Lo logré, aunque había empacado la herramienta tan bien (a veces soy capaz de empacar un circo en una lonchera), que ahí aprendí que no lo volveré a hacer así, por lo menos para una carrera. 


Empezó la primera persecución. No sé cuánto tiempo estuve en esas, pero poco a poco empecé a sobrepasar gente, aflojaba el ritmo cuando sentía una buena rueda y volvía a apretar, no encontraba las caras ni los uniformes de los que me habían dejado luego de esa parada. Gracias a los nervios me caí en una curva, el gravel no perdona un descuido, hay que estar concentrado todo el tiempo, sobretodo si vas tan rápido. Sé que iba rápido porque en uno de esos segmentos tengo un top 10 en Strava. Logré llegar al lote de punta. Al parecer alguno había tenido un problema y como entre ellos se conocen, habían bajado el ritmo y yo había logrado alcanzarlos. Pude estar con ellos unos kilómetros, descansar mientras cruzábamos uno de los pueblos del mapa y luego de volver a una sección de gravel muy parejo, empezó la presión del lote. La mayoría usa barras aerodinámicas en estas carreras, toman sus posiciones de “contra-reloj” y empiezan a azotar martillo. Una vez pierdes la rueda, es muy difícil cortar el ataque. Empiezan a doler las piernas, el cansancio hace mella y con casi 100km encima, en medio de carrera, prefieres mantener el ritmo… todavía quedan 70kms para la meta. 



Me conservé, me empecé a sentir cansado, me di cuenta de que me estaba empezando a quedar sin agua y vino la siguiente angustia “¿Dónde está esa mesa neutra con snacks y agua? Porque creo que la última tienda ya la pasé”, me dije,  mientras cruzaba un campo abierto, de cara a un viento insoportable, que sólo me dejaba ir a 15km/h, en plano. Una trocha al mejor estilo de la costa colombiana, nada por aquí, nada por allá, tú solo contra el mundo. Aguantar y seguir las direcciones del GPS. 


Rozando los 100km me quedé sin agua, el sol ya acosaba, eran poco más de 3 horas de recorrido. La ansiedad y la angustia aquejaban, pero tenía la confianza de que en cualquier momento iba a poder parar a comprar algo, pero ¿dónde? No había NADA en kilómetros. Empezaron terrenos con un poco más de sombra de los árboles alrededor, había menos viento y menos sol, una bendición. Me alcanzaron unos 4 corredores, 2 pasaron adelante, no entendieron mi petición de agua y luego aparecieron 2 más. Un señor de más de 50 años, en muy buena forma, que apretaba como si no tuviéramos 110km encima. A su rueda venía una mujer, llena de patrocinios encima, la misma bici que estaban alistando en esa Van donde me dieron el neumático del inicio. Christie venía apretando, siguiéndole la rueda a Bill, y lo mismo hice yo. Me uní al grupo, sentí un pequeño alivio porque podía seguirles el ritmo y compartir un poco de mis energías. Me preguntaron cómo iba y les dije que estaba muriendo sin agua, que tal vez iba a tener que parar. Christie no dudó en decirme en su mejor acento texano, serio, con un poco de sarcasmo “oh, thats bad”. Llevaba casi llenas las 2 botellas que cargaba en el marco y tenía una más en la espalda, me la ofreció y hasta hoy la conservo. “Here, you have where to put this?”  Su bidón con electrolitos me salvó la vida, porque por los 20 kilómetros que seguían, no había nada más que repechos y muchísimo viento. Bill era el mas fuerte, no pude seguirle el ritmo, Cristie perdió mi rueda en un momento y yo empecé a cruzar gente en el camino. La mayoría parecía ser de los grupos de las rutas más cortas (65 y 30 millas que se juntaban con la nuestra en el final) y eso me hacía pensar que la meta no estaba lejos.


Según el GPS faltaban poco más de 20km para completar la ruta. En un cruce de caminos con las vías del tren encontré, por fin, la mesa neutral de hidratación y galletas, todo supo a gloria, no quise perder tiempo porque no sabía qué tan cerca o qué tan lejos tenía al resto del grupo. Sé que pasé un par de caras conocidas en esos últimos 20km en los que me llené de energía y apreté todo lo que mi cuerpo resistía. Todos sufríamos con el viento, hasta los más aerodinámicos iban lento después de 150km de ácido láctico acumulado y poca comida. Reconocí el inicio de los últimos kilómetros a meta porque los había recorrido en la salida y el día anterior. Eran terrenos más amables, donde se podría acelerar con un poco más de confianza y mantener una posición más relajada en la bici. Empecé a preocuparme más por quién venía atrás, las largas rectas me permitían ver al menos a 1km de distancia. Nadie. Bajé la guardia un poco, no podía más. Solo me preguntaba dónde carajos estaba la meta y sentía que iba muy lento. Miraba atrás. Un punto negro apareció en el horizonte: espíritu competitivo a tope, no iba a dejar que me robaran una posición en los últimos kilómetros de la carrera, que se hicieron eternos sin comida y evidentemente sin agua.  



Llegué, sonaron los cencerros, los aplausos, el organizador dijo mi nombre en el micrófono y paré en seco a recibir agua después de la meta. Lágrimas. No sentía las piernas, me costaba hablar. La voluntaria que me daba el agua solo me miraba con pesar. Nadie venía cerca de mí. Después de recuperar mi alma y mi cuerpo, vi que llegaba Christie Tracy, campeona de las mujeres, y 10 en la general. Agradecí, a ella y a su mecánico/pareja, por haberme permitido competir y además terminar la carrera. Me encontré con Bill al lado de la mesa de las bebidas hidratantes (cervezas) y se disculpó por no haberme dado un poco de su agua, en ese momento él también tenía sus dudas con respecto de si encontraríamos hidratación neutral o no. Él había terminado 8.


 


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